domingo, 27 de agosto de 2006

Monsters Of Rock Festival 2006 (II)

DEEP PURPLE, ALICE COOPER, JOURNEY, THUNDER, QUEENSRYCHE, TED NUGENT, ROADSTAR
Milton Keynes Bowl, 3 de Junio de 2006

Más vale tarde que nunca. Por fin, tras casi tres meses desde el evento, ILoveHardRock le dedica un espacio a la última edición del Monsters of Rock británico. Resulta inconcebible que ninguna publicación de renombre de este país -a excepción del boletín ripollense La Olla (www.la-olla.tk)- haya cubierto la vuelta de tan mítico festival, pero así están las cosas. Por lo demás, todo un lujo contar con la palabras de Mr. Xavier Rulló para haceros llegar lo que dio de sí esa jornada tan especial.


Tras un eterno paréntesis de diez años, y con un cartel capaz de hacer saltar las lágrimas a todo buen aficionado al Rock clásico, regresaba el legendario Monsters Of Rock Festival estrenando ubicación en las afueras de la nada recomendable Milton Keynes (cualquier definición se queda corta a la hora de describir la tristeza que emana de la que sin duda debe ser la ciudad con menos encanto del planeta), a tiro de piedra de la cosmopolita Londres. Alejados de su hábitat natural en el circuito de Donington, los resucitados Monstruos del Rock no consiguieron despertar el interés del que en un mundo perfecto hubieran gozado. Y es que es cuanto menos alarmante que en un recinto capacitado para albergar a 65.000 almas, no nos reuniéramos más de 20.000 para disfrutar de una velada quasi perfecta de Old School Rock And Roll. Para reflexionar.

Los imberbes –y no anunciados hasta el día del evento- Roadstar se encargaron de forma enérgica y convincente, aunque quizás insuficiente (diablos!, mi reloj marcaba las 13 horas al inicio de su actuación, y el sol nos atacaba sin piedad en el Bowl!!!) de poner las pilas a los primeros visitantes del festival con su Hard Rock clásico deudor a partes iguales de las escuelas de los AC/DC de Bon Scott, los Zeppelín más roqueros y los Aerosmith pre-rehabilitación. Las canciones de su reciente ‘Grand Hotel’ (disponible únicamente a través de www.magichatrecords.com), amén de alguna pieza rescatada de su primer mini LP les hicieron merecedores de la primera, aunque más tímida ovación del día.

Ver un directo de tito Ted era la asignatura pendiente de un servidor desde que dejé pasar de largo su visita a la Ciudad Condal durante su ‘Penetrator Tour’ hace algo más de 20 años. Prescindiendo de lo adecuado o no de su prematura aparición en el cartel -Nugent calentando al público para Queensrÿche y Thunder???... venga ya!!!- tan sólo nos quedaba la opción de aprovechar a tope los 60 minutos de que dispuso junto a sus mercenarios de turno, Mick Brown a la batería y Barry Sparks al bajo, ambos también componentes de Dokken. Se tiene que ser de hielo para no perder la compostura ante el repertorio de clásicos que desenfundó uno tras otro sin piedad: ‘Cat Scratch Fever’, ‘Wango Tango’, ‘Stormtroopin´’ ‘Snakeskin Cowboys’, ‘Strangehold’.... The Nuge rules!!!

Misión casi imposible la de Queensrÿche para levantar el ánimo al respetable tras el vendaval causado por el de Detroit. Tras verles actuar durante los últimos años en un par de festivales, y a falta de poder comprobar su capacidad para desenvolverse en salas de mediano aforo, uno no puede por más que llegar a la conclusión de que el grupo de Seattle anda algo perdido en grandes recintos, sin su propio equipo de sonido y sin un equipo de luces decente que respalde la parte teatral de su propuesta. Un titánico y sacrificado Geoff Tate se echó el concierto sobre su lomo luchando en solitario (la apatía del resto de la banda dio vergüenza ajena) lo indecible por estar a la altura de su glorioso pasado en un set basado íntegramente por algunos fragmentos de las dos partes de ‘Operation: Mindcrime’. Y por si nos quedaba alguna duda, dejó claro que no hay color cuando se coloca algo tan vulgar e insustancial como ‘I´m American’ o ‘A Murderer?’ al lado de piezas imprescindibles como ‘Suite Sister Mary’ o ‘Eyes Of A Stranger’. Una pequeña gran decepción, exactamente igual que su nueva entrega discográfica.

Thunder lo tenían fácil, muy fácil. Jugaban en casa y ante un público que les adora desde el mismo momento en que editaron su debut ‘Backstreet Symphony’ hace ahora 16 años. Los británicos, conscientes de ello, y con un Danny Bowes pluscuamperfecto a la voz ya desde las primeras notas de la reciente ‘Loser’, nos noquearon con un ideal “best of” de su dilatada discografía, sin olvidar en ningún momento piezas más recientes como su último hit ‘I Love You More Than Rock And Roll’ o ‘You Can´t Keep A Good Man Down’. Por supuesto fueron piezas más añejas como ‘River Of Pain’ (uno de los grandes momentos del festival), ‘Higher Ground’ o la inefable ‘Dirty Love’ las que consiguieron levantar de forma unánime el ánimo de los allí presentes. El merecido triunfo de unos currantes del Rock And Roll.

No negaremos que el motivo principal de nuestro desplazamiento a las Islas Británicas no era otro que poder vivir en nuestras carnes el regreso a Europa de Journey tras 26 años de ausencia, un hecho que como buenos aficionados al Rock Melódico made in U.S.A. no podíamos permitirnos el lujo de pasar por alto. Calentando motores para lo que les espera este verano –están a punto de iniciar una mastodóntica gira por las américas junto a Def Leppard-, Neal Schon, Jonathan Cain, Ross Valory, Deen Castronovo, y el cantante Steve Augeri (quien de forma sorprendente, y alegando problemas en sus cuerdas vocales, abandonó el grupo a las pocas semanas, abriendo la puerta a un afortunado Jeff Scott Soto) aprovecharon su paso por el Monsters británico para demostrar el porqué no hay otra banda del género que les pueda toser. Pericia con sus instrumentos no les falta, pero sin duda su principal baza y ventaja sobre sus competidores es un repertorio intocable, el abecé del A.O.R.: ‘Separate Ways’, ‘Wheel In The Sky’, ‘Stone In Love’, ‘Faithfully’, ‘Open Arms’.... Reconocemos sin rubor que lloramos desconsoladamente durante ‘Don´t Stop Believin´’, el momento álgido del festival y los cuatro minutos más grandes que hemos podido presenciar nunca sobre un escenario a lo largo de más de dos décadas de asistir a conciertos. Por fin vimos en directo a Journey. Misión cumplida.

Seguramente es injusto, pero después de los intensos 60 minutos recién vividos, y con un montón de sensaciones experimentadas gracias a los de San Francisco, no pudimos poner todos nuestros sentidos en disfrutar del show del Alice Cooper más en forma de los últimos 20 años, el Alice de ‘Dirty Diamonds’, su más reciente y recomendable disco. El Alice –por cierto, impecable en todo momento a la voz-, en definitiva, que desgrana de manera más que solvente uno tras otro todos los infaltables de su repertorio, imprescindibles de la historia del Rock como ’I´m Eighteen’, ‘Under My Wheels’ o ‘No More Mr. Nice Guy’. Amén.

Para cerrar el festival, unos Deep Purple empeñados en recuperar el prestigio perdido en su país, colocaron la guinda de oro a una jornada más que memorable. Por fin tanto la prensa (aleluya!!!) como los seguidores británicos se han puesto de acuerdo en otorgar a Ian Gillan, Ian Paice, Roger Glover y compañía el crédito innegable que sus composiciones han tenido para la dirección y el desarrollo del la música Rock en general. Con la formación con Steve Morse a la guitarra y Don Airey al teclado ya funcionando a todo tren (podrían tocar con los ojos vendados y sonarían igual de compactos), y con un sonido que parecía emerger de un equipo de alta fidelidad, se dedicaron a dar al público lo que sin duda había venido a escuchar. Sonaron ‘Lazy’, ‘Space Truckin´’, ‘Pictures Of Home’ y ‘Fireball’. También lo hicieron ‘Highway Star’, ‘Black Night’ y por supuesto, ‘Smoke On The Water’. Un show predecible, dirigido a su público menos exigente, aunque no por ello menos válido que otros conciertos más arriesgados que les hemos visto hacer en varias ocasiones. Una lección maestra de Classic Rock de la mano de uno de sus máximos exponentes, por mucho que se empeñe el descalzo y cada día más canoso y gruñón vocalista inglés en repetir que ellos no pertenecen a esa escena.

Xavier Rulló