Son tres, son rubios, y, a diferencia de los ídolos de quinceañeras, sólo dos de ellos son hermanos; sin embargo, no dejes que la pinta de surfistas que gastan estos pipiolos te engañe. Sí, parecen sacados del film 'Los Amos de Dogtown', su imagen no desentonaría en MTV, pero a la que encienden los amplificadores y hacen vibrar sus instrumentos todos esos prejuicios se vienen abajo. Quienes ya los vieron en el pasado Azkena Rock Festival llevan tiempo atestiguándolo; ahora nos correspondía certificarlo a todos aquéllos (no más de un centenar) que en su momento no pudimos ir a Vitoria. Y qué puedo decir... el power trío superó cualquier expectativa, noquándonos a la primera de cambio.
Meses atrás, cuando se dieron a conocer a través del Popu, me hice con una copia de su 'Live at Fox Theatre', y la verdad es que no me parecieron gran cosa (reconozco que no le di muchas oportunidades), pero unos días antes de su paso por Barcelona cayó en mis manos una demo de lo que va a ser su próximo disco, y ahí sí me convencieron. Aunque, de no haber sido así, ya no había vuelta atrás: compré mi entrada en cuanto se pusieron a la venta (es más, soy el poseedor del ticket número 001). Con tan poco margen de tiempo apenas pude memorizar un par de temas, pero, aunque hubiese pasado por la sala totalmente 'virgen', eso no hubiese supuesto ningún inconveniente. Es increible su capacidad para absorber tu atención desde el primer tema. Un muro de sonido atronador, una puesta en escena de lo más sencilla, y un despliegue de fuerza y técnica como hacía tiempo no presenciaba. No necesitan nada más. Amplis a volumen brutal y dosis de energía para parar a Juggernaut. Equiparable a lo que hacen Mother Superior si no fuese porque los de Jim Wilson poseen, a mi gusto, un repertorio mucho más sólido.
En cualquier caso, a la ya asfixiante sala KGB le subieron un par de grados de temperatura en cuanto pusieron los pies sobre las tablas. Y con el primer tema ya nos tenían a todos convencidos de lo buenos que son. Tal vez el miembro que destaca por encima del resto sea Daniel, el guitarrista, pero, a la que iniciaban un pasaje instrumental, no sabías bien a quien seguir con la mirada, si a uno o a otro. El nivel de compenetración es abrumador, realmente hipnotizan, y la sensación que desprenden es la de estar pasando el mejor rato de sus vidas. A pesar del calor tocaron más de noventa minutos, y por petición de los allí congregados volvieron a ocupar sus plazas en un par de ocasiones tras abandonar el escenario, algo que pocas bandas se prestan a hacer últimamente. El repertorio, como ya he dicho, no lo conocía como debía, pero reconocí 'Off The Games', las demoledoras 'Cool Cody' y 'The Guru', 'Showdown', y un par de covers de Led Zeppelin de las que quitan el hipo ('Immigrant Song' y una extensa 'Dazed And Confused' de más de quince minutos). En resumidas cuentas, una noche mágica.FORMACIÓN:
Jake Sproul: Voz Y Bajo / Daniel Sproul: Guitarra / Nate Barnes: Batería
WEBSITE:
www.rosehilldrive.com
www.myspace.com/rosehilldrive

Y bien, llega el momento de centrarse en el disco, ¿no? Vamos allá, pues. 'Rise' se inicia de forma muy poderosa con 'Under the Sky', estupendo tema de apertura, para seguir con 'Never Too Late', un corte que, sí señor, empieza con dos cojones, es decir, ¡¡con un solo de guitarra!!. Sólido hard rock setentero, con un estribillo infeccioso y un nuevo solo vertiginoso a cargo de Paul Mahon que hace mucha, mucha pupita. El tercer tema, 'Come Follow Me', es otro golpe bajo de pegadizo estribillo, con un Cormac Neeson cuya voz me recuerda por momentos a la de Marc Storace (Krokus) y una guitarra que echa humo. Aaaagh, esto quema, tíos. Podría seguir hasta el final, pero para qué entreteneros más. Acudid a su website y en la pestaña 'Music' podréis escuchar todas y cada una de las canciones que han editado estos mozalbetes (incluso las que aparecen en su EP 'Keep Believin'' (2005) y todos sus singles), además de poder descargaros libremente unos cuantos temas inéditos.

Prescindiendo de los temas de su debut 'Beyond The End Of The World', el repertorio se centró básicamente en su segundo y reciente disco, 'Transitions', y en unas cuantas versiones ajenas; más que nada para ofrecer algo de material conocido -aunque dudo mucho que el grueso de los allí congregados estuviese familiarizado con el 'Eyes of the Stranger' de Queensrÿche o el 'As I Am' de Dream Theater, piezas incluidas en un extenso medley junto a versiones de Metallica y U2-. En cualquier caso, conociéndolos o no, no cabe duda que el público cayó rendido al buen hacer de Sacred sobre el escenario. Completado el set-list con una versión del 'You Could Be Mine' de Guns N'Roses, el puñado de copias de avance de 'Transitions' que llevaban encima voló de sus manos en cuestión de minutos.

No es para menos. Un repaso a 'Transitions' pone las cosas en su justo lugar. Estamos ante un disco que no requiere de muchas escuchas para apreciar todo lo bueno que contiene. Es más, es una obra que posee todo lo que se le puede exigir a una colección de temas impecables: excelentes melodías, soberbia ejecución, una voz personal, y un sonido que te vuela la cabeza. Y como muestra, un botón. 'Your Misery', el corte que abre el disco, condensa lo dicho en un tema directo y conciso. 'Somebody's Shaking' resulta algo más melódico, pero no carece de fuerza en absoluto. Por ejemplo, la parte central a cargo de la guitarra es de las que ponen los pelos de punta, a la altura de lo que viene a continuación, 'Building a New ID', el corte que debería abrirles todas las puertas; un puñetazo en la cara con una base rítmica que me devuelve a la memoria la contundencia seca y áspera de unos Prong. Y el estribillo... dios, qué estribillo. Pura magia. A continuación, 'November Days' deja entrever el peso de Dream Theater en las influencias de la banda; desde la voz de Uri al ritmo sincopado de la batería, o la propia estructura de la pieza. Siete minutos de exquisitez sólo aptos para paladares instruidos. Con 'Innermost Thoughts' el ritmo se acelera un poco, para volver a frenarse en el sexto corte, 'Missing You', un medio tiempo con un buenísimo solo a las seis cuerdas y rematado por un teclado. 'We Are One' es otra pieza extensa -de nuevo siete minutos-, en la que todas las partes encajan de forma milimétrica, sin que sobre ni se eche en falta nada. Mención especial al elaborado trabajo de guitarras. En 'Have No Fear' el cuidado estribillo y las guitarras con sabor funky dan empaque a un tema no del todo afortunado a causa de un final un tanto desangelado; idéntica sensación que se reproduce en el penúltimo tema, 'Symmetrical', una canción enérgica pero de acabado discreto, que sirve de antesala a la grand finale: 'The Closer Ending', un nuevo encuentro con la cifra mágica -otra vez siete minutos-, que se revela como una composición capaz de saciar las apetencias de auténticos connoisseurs del metal progresivo (vaya, ya sabía yo que tanto leer los textos de Alberto Díaz no podía traer nada bueno -es broma-).
En definitiva, a pesar de ciertos altibajos, 'Transitions' es un disco de una solidez por encima de la media, con un sonido sin fisuras y una ejecución compacta como un ladrillo. Y lo más importante, cargado de temas ágiles, de factura elegante y cuidados arreglos. Un muy buen disco, sí señor.
Con semejante background de experiencias y emociones ligadas a la banda es lógico pensar que, personalmente, las expectativas suscitadas por la visita de Alicia estaban por las nubes. Un par de días antes, en casa, la melodía de 'Down in the Hole' me arrancaba un puñado de lágrimas. No ha sido la primera vez. Por motivos sentimentales, enfrentarme a según qué temas de Cantrell & Co. puede convertir un día en horas bajas en un calvario de tristeza y melancolía. Una experiencia dura que, en un alarde de masoquismo, estaba dispuesto a poner a prueba rodeado de público. Porque, si en la intimidad del hogar semejante canción es capaz de provocar este tipo de reacción, en la comunión del directo los sentimientos a flor de piel prometían petrificarme el alma. No fue así. No quedé del todo decepcionado, pero me faltó ese ingrediente especial que lo hubiese hecho único. Es como cuando vas al cine a ver una comedia y abandonas la sala sin haber esbozado siquiera una sonrisa. Con Alice In Chains iba predispuesto a pasarlo mal, a vaciarme; y no fue así.