domingo, 22 de abril de 2007

The Chelsea Smiles

13 de Abril, Sala Magic, Barcelona

Hace unos cuantos meses, gracias al topic de descargas del foro del Azkena Rock Festival, me bajé los dos discos de The Chelsea Smiles, la nueva banda de Todd Youth: el EP 'Nowhere Ride' y el largo 'Thirty-six Hours Later'; un total de dieciseis canciones punk-rockeras que se te graban en el cerebelo a la segunda escucha y que devuelven al ex-DGeneration al redil del que no debiera haber salido nunca -hablo de su irrelevante paso por las filas del perdídisimo Danzig-. Con estas credenciales las ganas que tenía de ver a los Smiles eran considerables, así que, cuando se anunció que aterrizarían en nuestro país, rápidamente tracé un círculo en el calendario señalando la cita.

Llegado el día, conduzco hasta el lugar escogido, la Sala Magic, un agujero con la fea costumbre de programar los conciertos a las tantas de la noche. Por suerte es viernes, así que qué mejor manera de dar la bienvenida al fin de semana que con un concierto. Los teloneros, Lipstick, cumplen sobradamente. Les vi por primera vez hará más de un año, y, como en aquella ocasión, su mezcla de escandinavian rock, sleazy y Social Distortion resulta de lo más eficaz para ir entrando en calor.

En cuanto a The Chelsea Smiles, me choca que sólo se dignen a interpretar la mitad del material que han grabado. Como suena, amigos; ocho temas de cosecha propia, una versión (de la que ahora mismo no recuerdo ni título ni performer original) y punto final. Todos para casa con cara de gilipollas. Pero... ¿qué cojones es esto? ¡Qué desfachatez!

Lo peor es que el bolo iba como la seda. Sonaban bien compactados, mucha gente del público coreaba los estribillos, el grupo parecía estar pasándoselo en grande,... Pero mejor empiezo por el principio. Os cuento: siguiendo el orden exacto del disco que venían a presentar, abrieron con las infecciosas 'Nothing Wrong', 'I Want More' y 'Heart Attack', lo cual me hizo creer que -tal vez- oiríamos, si no todos, sí un porcentaje elevado de su debut. Pero a partir de ahí, un par de temas por aquí, una cover por allá, un parón, un apresurado regreso al escenario, un poco de charla con el respetable, Todd que nos rescata de su infancia una lección magistral de guitarra, otro tema más para que no os quejéis, y... hasta la próxima, pringaillos. Reloj en mano comprobé estupefacto que el cuarteto había ocupado el escenario exactamente 40 miserables minutos. Ignoro si tan corta permanencia fue debida a un problema de horario con la sala o fue decisión de la banda, pero me extraña, porque un testimonio en el foro del Azkena asegura que en el Norte descargaron algo más de una hora. Maldita sea mi suerte.

Sea por el motivo que fuere, 40 minutos sobre las tablas me parece inaceptable para una banda que pretende ir abriéndose camino a base de ganarse unos pocos fans cada noche. Y no me sirve la típica excusa de 'vale, tocaron poco, pero se entregaron'. No me sean capullos; Iron Maiden llevan muchísimos años tocando 100 minutos y ahí los tienen, dejándose las pelotas en el escenario. ¿O alguien se atreve a negar que los cuarentones Bruce Dickinson, Steve Harris y el payaso de Janick Gers no sudan la camiseta? Que nooo, que para el morro de algunos no hay excusa que valga... Y sí, con todo el derecho del mundo podría haberles abucheado tras su abrupta retirada, increpándoles con un 'more time, motherfuckers!', pero, a fin de salvaguardar mi físico, escogí la táctica de la tacañería; es decir, la que se basa en no gastarse ni un céntimo en el tenderete de merchandising. Ni cd ni camiseta. Hale, castigados.

Por lo menos -y ya sé que es muy triste esto de autoconvencerse- la despedida que se marcaron no conoce rival: el riff de batería del 'Love Gun' de KISS. ¡Menudo redoble! Estos tipos son unos jetas, no hay discusión, pero andan sobrados de clase y buen gusto. Aunque yo, por si acaso, su próxima visita la leeré en la prensa. Como hacen algunos políticos.