Ahora que la temporada de exámenes está llegando a su fin es un buen momento para dar un repaso a aquellos discos que, durante años, no sólo amenizaron mis largas jornadas de estudio, sino que me inyectaron las fuerzas necesarias para resistir la tentación de meterme en el sobre a una hora prudencial.
Discos selectos, por otra parte, que para servir a mis fines debían ajustarse a una serie de reglas no escritas. Tres, exactamente; como en 'Gremlins'. En primer lugar: prohibida la música cantada en español. Descartadas las bandas nacionales, por lo tanto. No menos importante era el veto a la tralla más agresiva. El thrash metal era, pues, considerado material clandestino de lo más nocivo. Y para acabar: nunca, nunca, canciones demasiado pegadizas. Adiós, claro está, a todos esos himnos que arrancan de tu garganta un irresistible estribillo.
Discos selectos, por otra parte, que para servir a mis fines debían ajustarse a una serie de reglas no escritas. Tres, exactamente; como en 'Gremlins'. En primer lugar: prohibida la música cantada en español. Descartadas las bandas nacionales, por lo tanto. No menos importante era el veto a la tralla más agresiva. El thrash metal era, pues, considerado material clandestino de lo más nocivo. Y para acabar: nunca, nunca, canciones demasiado pegadizas. Adiós, claro está, a todos esos himnos que arrancan de tu garganta un irresistible estribillo.
Con semejantes restricciones comprenderéis que no fueran muy numerosos los álbumes a los que recurría en las maratonianas sesiones de empolle. A decir verdad, escasamente una cuarentena. Estas limitaciones, lógicamente, degeneraron en comportamientos obsesivos de lo menos saludable, como, por ejemplo, someterme diariamente a los mismos 11 discos durante un mes seguido. Por orden estricto, además. Era el caso de Rush, con quienes iniciaba la rutina diaria pinchando su 'Fly By Night', para seguir a continuación con 'Caress Of Steel', '2112', y así sucesivamente hasta entrar de lleno en su etapa ochentera, comenzando con 'Permanent Waves' y 'Moving Pictures' hasta desembocar en el majestuoso 'Hold Your Fire'. Aunque los títulos que más me obsesionaban por entonces eran los irrepetibles 'Signals' y 'Grace Under Pressure', dos discazos de los que ya no se graban. Ignoro qué extraña cualidad matemática impregnó el bueno de Neil Peart con sus baquetas a todos aquellos álbumes, pero servidor bien supo sacarle partido cada vez que me enfrenté a intrincados problemas de cálculo.
Aparte del trío canadiense, los artistas que sonaban más frecuentemente en mi equipo eran sus compatriotas Voivod (exclusivamente sus discos más reposados, los raritos 'Angel Rat' y 'The Outer Limits'), Joe Satriani ('Flying In A Blue Dream', 'The Extremist' y el cd de estudio del doble 'Time Machine' me sirvieron de inspiración en innumerables ocasiones, no así su fantástico 'Surfing With The Alien', el cual -no me preguntéis por qué- me resultaba incompatible), Queensrÿche ('Promised Land' y 'Hear In The Now Frontier' echaron un cable en más de un momento de bloqueo mental), Savatage (los discos pertenecientes a la etapa de Zachary Stevens eran mis predilectos para tales labores), Fates Warning (y su tranquilo 'Inside Out'), Dream Theater (con 'Images And Words','Awake', y 'A Change Of Seasons' en cabeza), Harem Scarem (su trilogía básica 'Mood Swings' 'Voice Of Reason' y 'Karma Cleansing' endulzó centenares de horas), Mr. Big (únicamente su tercer disco, 'Bump Ahead', del cual, gracias a la función 'programa' de mi minicadena, descartaba el cañero corte inicial, el fiero 'Colorado Bulldog'), L7 (los cortes más pop de 'Hungry For Stink' y 'The Beauty Process' cumplieron su cometido con creces), Mad Season (y su soberbio 'Above'), Temple Of The Dog, Alice In Chains (pero sólo su EP 'Jar Of Flies' y su disco homónimo), Nirvana (con su unplugged grabado en New York -es curioso pero no me servía cualquier otro unplugged, tenía que ser éste-), e incluso Faith No More ('King For A Day' tuvo un espacio destacado entre mis preferencias, con la particularidad de hacer sonar sólo los temas más calmados).
Desde aquellos lejanos días pocas variaciones ha experimentado mi lista de favoritos. Si acaso, a la hora de encarar mis actuales estudios el título más llamativo que he incorporado haya sido el 'I'm Your Man' de Leonard Cohen, un auténtico soplo de aire fresco frente a tanto Rock'n'Roll que, hasta el momento, ha dado sus frutos de forma positiva. Y eso que su portada, con el autor zampándose un plátano cual primario simio, no es que despierte precisamente el intelecto.