Tres días y seis escuchas me han bastado para engancharme a 'Wig Wamania', el segundo disco de estos glamourosos noruegos. Y no es para menos. Qué buenas vibraciones me transmiten estos temas, dios. Y eso que, musicalmente, no hacen más que echar mano, canción sí, canción también, del amplio abanico de clichés propios del hard&heavy ochentero. Todo ello, eso sí, elevado a la máxima potencia, amplificando hasta el paroxismo cada uno de los dejes característicos del género, y con una actitud Spinal Tap realmente encantadora. Pero que nadie se lleve a engaño, Wig Wam no son ningún chiste; son una banda instrumentalmente muy compacta, y tanto las voces, los coros, los solos como las melodías están cuidados al detalle. A medio camino entre la parodia más descarada y el homenaje más fidedigno, sus composiciones recogen ecos de Bon Jovi, Tattoo Rodeo, Van Halen, Steelheart, Accept y otros tantos, pero el conjunto resulta tan refrescante que no me canso de escucharlo una y otra vez. Y eso que con la primera escucha la sensación que se me quedó en el cuerpo fue de relativa decepción. Su debut '667: The Neighbour Of The Beast' (2004) -y su posterior reedición (con varios extras añadidos) 'It's Hard To Be A Rock'n'Roller ... In Kiev' (2005)- me pareció uno de los mejores discos que vieron la luz aquella temporada, así que el listón estaba colocado a una altura considerable. Pero, tras darle un par de oportunidades más, no he podido resistirme a la evidencia: estamos ante una colección de canciones ideales para estos días soleados. Puede que haya visto demasiada televisión a lo largo de mi vida, pero cada vez que el lector de cd's reproduce 'Wig Wamania' me veo a mí mismo en un entorno playero, rodeado de abundancia de niñas (mayores de 18, ojo) y con una caipirinha en la mano. Los estribillos de 'Rock My Ride', 'Gonna Get You Someday', 'Kill My Rock'n'Roll' o 'Can't Get Her (Out Of My Bed)' son más pegajosos que el aceite solar y se te van a quedar más incrustados que los granos de arena en el trasero, pero como suele decirse: sarna con gusto no pica. Que cunda el ejemplo, maldición, a ver si Pearl Jam aprenden de una vez.
LINE UP:
Voz: Glam / Guitarra: Teeny / Bajo: Flash / Batería: Sporty
TRACKLIST:
Wig Wamania / Rock My Ride / Slave To Your Love / Gonna Get You Someday / Bygone Zone / Daredevil Heat / Kill My Rock'n' Roll / The Riddle / At The End Of The Day / A R'n'R Girl Like You / Can't Get Her (Out Of My Bed) / Breaking All The Rules
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Hace unos años vi a los Halos por televisión en los conciertos de Radio 3, y, si he de ser sincero, el tal Billy me pareció un tanto disgusting (y eso que ni escupía ni babeaba), pero le resté importancia al asunto a la hora de comprar el ticket. Al fin y al cabo mi intención no es copular con él, sino escuchar una serie de temas que me parecen imprescindibles. Después de la experiencia vivida en Apolo 2 (por cierto, cojonuda sala) he aprendido la lección: fuck you Billy!!! fuck you pig!!! El próximo día me quedo en casa.
Billy se presentó con un look a medias entre un drugo y Bruce Lee, y ya desde el primer momento dejó claro que él era el protagonista de la noche. Eso sí, tuvo a un duro rival: Denyss, el nuevo bajista, que parece recién salido de Sunset Boulevard. Las pedorras que había a mi lado no dejaron de hacer comentarios sobre 'lo bueno que está este tío'; al parecer, su único reclamo para asistir al concierto, porque no abrieron la boca para corear un tema en ningún momento.
Desgranaron, básicamente, lo mejor de sus dos últimos discos, haciendo mención a su debut muy de pasada ('Shooting Stars'). Mejor, porque ese disco, a excepción de un par de temas, me parece bastante irregular. Lo que me sorprendió fue la cantidad de versiones que hicieron: Misfits ('Where Eagles Dare'), Tom Petty ('I Need To Know') y Joy Division ('Warsaw').


No faltaron 'Three Sheets To The Wind', 'Last Call At The Toothless Saloon', 'Darkest Corners', 'Studio Suffering', 'Burning Trash', 'Some Things Never Fall', 'No Tomorrow Girls', 'Jane Doe', 'Last Of The 1%'ers', 'Sell-Out Love', 'Start The Violence', ...
Como no lo hicieron mal, tras el show me hice con una t-shirt. Un póster de la gira y un autógrafo de Denyss (a Jay Millette, el amorfo guitarrista, no me atreví a acercarme -qué grima da el cabrón-) completaron el pack de memorabilia. Cualquier cosa de recuerdo menos un japo de Billy en la cara.
Mi primera toma de contacto con el universo Plasmatics se produjo de casualidad. Corrían los días en que servidor se dejaba influenciar por las portadas de los vinilos, así que cuando tuve ante mis ojos la de su EP 'Metal Priestess' (1981) lo tuve claro: ese disco debía engrosar mi, por entonces, raquítica colección. Jamás había escuchado su música, y su nombre tan sólo me sonaba de haberlo leído en alguna revista, pero eso poco me importaba. Con ese look tan impactante el contenido tenía que estar a la altura. Y no me equivoqué. Recuerdo que hice girar aquel círculo negro hasta la saciedad, memorizando todos y cada de los seis cortes que contenía. La hipnótica 'Lunacy', la demoledora 'Black Leather Monster', la histérica '12 Noon',... A cada tema le correspondía un adjetivo diferente porque cada uno tenía entidad propia. Y es que, por entonces, ninguna banda sonaba como ellos. Y para qué nos vamos a engañar, hoy día tampoco.
Hoy hace una semana del octavo aniversario de la desaparición de Wendy Orlean Williams. Sirvan estas líneas como tributo.

Está comprobado que las pocas partidas que me eché con el cacharro junto a un amigo sirvieron de poco para desarrollar mi memoria. La prueba más evidente: soy incapaz de recordar los set-lists de los conciertos. Por muy bien que me conozca el repertorio que el grupo se traiga entre manos, sin la ayuda de papel y bolígrafo siempre se me olvida algun tema; por no hablar del orden secuencial. A duras penas, y como máximo, logro recordar con qué pieza abren y cierran el show.
El de Danko Jones dio inicio con el explosivo 'I'm Alive And On Fire' y finalizó con la no menos poderosa 'Mountain', una pieza inédita hasta el momento en su discografía, que se convierte en toda una performance en manos de nuestro hombre. Puños en alto, sentimientos a flor de piel, un monólogo que no me canso de escuchar, y una sesión de bofetadas que me pone los pelos de punta (descárgate un fragmento
Entre uno y otro tema fueron cayendo canciones pertenecientes a sus cuatro álbumes, haciendo especial hincapié en 'Sleep Is The Enemy', su flamante último disco, y 'I'm Alive And On Fire', la compilación que lo dio a conocer más allá de sus fronteras, y que a día de hoy, diez años después de haber sido grabado, sigue sonando igual de fresco. Nada menos que cinco cortes se recuperaron para la ocasión: 'Samuel Sin', 'Dr. Evening', 'Mango Kid', el tema título, y el imprescindible 'Sugar Chocolate' (descárgatelo
De 'Sleep Is The Enemy', y haciendo alarde de una seguridad aplastante, sonaron ocho temas: 'Sticky Situation', 'Baby Hates Me', 'Don't Fall In Love', 'She's Drugs', 'The Finger', 'First Date', 'Invisible' (es decir, las siete primeras canciones del disco) y el corte que titula la obra. Lógicamente, en 'Invisible' no contamos con la presencia ni la voz de John Garcia, pero Danko se las apañó para hacerla sonar de maravilla; de lo mejor junto a la adrenalínica 'The Finger'.
Para mi sorpresa, el repaso al resto de su discografía fue de lo más escueto. Si la memoria no me falla, tan sólo un tema de 'We Sweat Blood' ('The Cross') y un par de 'Born A Lion' ('Play The Blues' y una extensísima versión de 'Love Is Unkind' -con otro de sus impagables diálogos- que voló algunas cabezas).
Uno de los conciertos del año, señores, y tal vez el mejor de los tres que he presenciado del trío. Si estuviste allí lo sabes tan bien como yo, Danko Jones es un auténtico animal escénico. No hay discusión posible. Su actitud -entre arrogante y autoparódica-, su entrega y su repertorio convierten la velada en una fiesta a lo grande, en una experiencia que querrás repetir con cada nueva visita de la banda. Cita obligada, diversión asegurada.
Y no pasaré por alto el papel de los teloneros, los prometedores Tokyo Dragons, quienes redondearon un doble cartel como hacía tiempo no veía. Su debut, 'Give Me The Fear', no es la tabla de salvación del Rock'n'Roll, ni mucho menos; pero una escasa media hora de permanencia sobre el escenario les bastó para ganarse una respuesta de lo más entusiasta por parte del respetable. Si no los conoces descárgate
Aunque, con la foto que ilustra 'Educated Horses' parece querer decirnos algo, enviarnos un mensaje. ¿Tal vez reflejar su deseo de simplificación? Es posible. En una reciente entrevista ha admitido estar un poco harto de las atmósferas electrónicas y los ambientes recargados de samples; actitud que encuentra su correspondencia en el concepto mismo de la portada. Una foto en blanco y negro de Rob, sin maquillaje ni atuendos escénicos. Si no fuese por su particular apellido cualquiera podría pensar que este tipo es un hippy perdido en el túnel del tiempo o un cantautor de raíces folkies. Aunque, a mí, personalmente, el detalle que más ha atraido mi atención de esta nueva encarnación del personaje es la (casi) ausencia total de su característico 'yeeeeeeeeah'. Quien sabe, lo mismo nos encontramos ante un caso similar al de Paul McCartney, y resulta que este Rob Zombie es un impersonator.
Del disco no diré ni que es mejor ni peor que sus anteriores entregas en solitario; más que nada porque ni 'Hellbilly DeLuxe' ni 'The Sinister Urge' me parecen obras a enmarcar. Son discos muy del momento, de exprimir durante unas semanas para inmediatamente después guardarlos durante una larga temporada. Este 'Educated Horses' sigue la misma línea; pero consigue desmarcarse del resto gracias a una menor linealidad y nuevos registros tanto estilísticos (el inicio de 'The Devils Rejects' corre a cargo de una sureña steel guitar) como vocales (en 'Death Of It All' parece un cruce entre Marc Bolan y Alice Cooper).
Para el single de adelanto se ha escogido un tema ('Foxy, Foxy') que desvirtúa un poco el concepto global del disco -si es que aquél existe-, pero que a mí me ha gustado bastante. Resulta un tanto poppy, la verdad, y no cuesta mucho imaginarse una versión remezclada del mismo arrasando en las discotecas de medio mundo, pero cuenta con un buen riff, un pegadizo estribillo y una alusión al universo setentero de Pam Grier. No necesito más. Y el clip, con todas esas nenas recién salidas del Bar Coyote, la espesa luz solar que todo lo empapa, y los caballos cabalgando por el prado, me parece una buena forma de despedir una etapa.