Si no fuese porque hoy sábado me va a resultar del todo imposible asistir al concierto tributo que se le va a dedicar a Lynyrd Skynyrd en la Sala KGB (recordad que hoy se cumple el trigésimo aniversario del terrible accidente aéreo que a punto estuvo de acabar con la carrera del combo de los hermanos Van Zant), esta semana servidor la recordaría como una de las más rockeras de su vida. Hubiese sido hermoso rematar una capicúa musical de tres jornadas iniciadas y finalizadas con buen southern rock, pero... ¡hey, no está nada mal disfrutar de dos veladas rockeras justo antes de iniciarse el week-end! El jueves fueron Ron Vudú quienes se encargaron de prenderle fuego a la noche, y ayer viernes le tocó el turno a los canadienses Crystal Pistol dinamitar los restos del incendio con su sleazy punk-rock. Y vaya si conocen su oficio estos canadienses... ¡Son unos artificieros de primera!
Con un nivel de adrenalina y arrojo fuera de lo normal, una avalancha de watios como hacía tiempo no se desataba en Barcelona, y una colección de canciones anfetamínicas, los Pistol saltaron a escena con el firme propósito de no dejar piedra sobre piedra, y ya de paso hacernos volar por los aires. Y hablo en el sentido más literal. En un par de momentos la cosa se desmadró más de la cuenta en cuanto a empujones en las primeras filas se refiere, y de no haber sido por una mano amiga que me frenó a tiempo hubiese dado con mis huesos contra una de las paredes de la sala a velocidad terminal.
El set pecó de brevedad (apenas 40 minutos), pero la intensidad de la que hicieron gala estos tipos suplió con creces el tiempo que permanecieron sobre el tablado. Yo al menos toqué las puertas del infierno gracias a himnos como 'Locomotion', 'Watch You Bleed', 'Rockstar', 'Line It Up' (lástima que 'No Fun City' no les quedase todo lo rabiosa que es en disco) y alguno de los cortes que formarán parte de su segundo larga duración (a la venta dentro de cuatro meses según palabras de su guitarrista). Se echaron en falta temazos clave de su debut ('Live Fast', 'Teenage Parasite' o 'Shake') y alguna que otra composición ajena (cualquier cosa de punk rock old school o sleaze ochentero hubiese sido bien recibida), pero tal como están las cosas últimamente -al caso de Chelsea Smiles me remito-, no nos quedan más cojones que conformarnos.
Ya digo, podrían haberse estirado 10 ó 15 minutos más con el repertorio, pero si siguen en esta línea tan batalladora lo tienen (casi) todo para triunfar. El único elemento que deberían tratar de mejorar es su vocalista; demasiada mala vida y un exceso de phoskitos no pueden conducir a nada bueno. Y es que esto de ser frontman de una sleazy rock band es un trabajo para el que no todo el mundo está capacitado. Para que luego digan que ser cock-rocker es cosa de flojos...