¡Qué bien sientan las vacaciones, Dios! Una semanita de relax lejos del ruido del vecino de arriba, de la elevada humedad relativa del litoral catalán, y de las mismas cuatro paredes. Pero, como todo lo bueno, se acabó. Vuelvo a tener a mano una conexión a internet para dar rienda suelta a mis historias. Y la que más de cerca me ha tocado ha sido perderme una de las giras más esperadas por un servidor, de ésas que te oxigenan para todo el verano. Y no, no me refiero a la protagonizada por el momia de Coverdale y sus secuaces, que a éstos ya los tengo vistos, sino a la que, de forma casi paralela, han llevado a cabo el Reverendo Jim Heath y su inseparable Jimbo por nuestro país (Barcelona el pasado 24 y Cazorla al día siguiente).
Para mi desgracia no estoy en posesión del don de la ubicuidad, por lo que me ha resultado imposible desdoblarme con el fin de estar presente a su paso por Barcelona. Una pena. Y es que lo mío con Reverend Horton Heat es de lo más esquivo. Cada vez que han aterrizado en España algo me ha impedido acudir a sus recitales. Sin embargo, a la vista de la sección 'tour dates' de su página web, mi pesar podría haber sido mayor. Y es que resulta que apenas un mes atrás, en su gira estadounidense, los Reverend formaban parte de un triple cartel más caliente que los sandwichs de Private: nada más y nada menos que ocupando plaza entre Nashville Pussy y Supersuckers. Para que luego digan que el Sueño Americano está muerto.
Hubiese sido muy grande presenciar en vivo y en directo su particular mezcolanza de country, rockabilly y psychobilly. Estos días he estado sumergido en su trilogía 'Spend A Night In The Box', 'Lucky 7' y 'Revival', y, como siempre, la sensación ha sido la de estar en el epicentro de una fiesta desenfrenada. Ahora que este año The Rev se ha descolgado con un disco en solitario es posible que tardemos en ver publicado un nuevo álbum de RHH. Mientrastanto, y hasta que llegue ese día, iré haciendo tiempo agitando las cocteleras. Cheers!
Servidor jamás tuvo una chupa tan molona como la que lucía Nick Cage en el film de David Lynch (ni como Brando en 'Piel de serpiente', qué diablos), pero, a falta de una prenda similar, también acabé atribuyendo propiedades identificatorias a otra pieza de nuestra indumentaria habitual: la camiseta estampada.
Es duro, lo sé, pero siempre llega el momento de dar el adiós definitivo. ¡Ya no puedes seguir guardando ese guiñapo en el armario! Imagina que un día la poli lleva a cabo un registro en tu domicilio. Madre mía, qué vergüenza, ni en los mercadillos ambulantes hay tanta purria. Y sí, soy consciente de los vínculos afectivos que te unen a esos pedazos de tela, que deshacerse de ellos resulta traumático, que su valor sentimental no se compra con dinero, que te devuelven recuerdos de juventud, pero piensa que, después de todo, tus camisetas seguirán -de alguna forma- estando ahí contigo mientras limpias de polvo, ácaros y pelusas el mobiliario de tu casa.
No sé qué mosca le habrá picado al viejo Ross pero, tras una larga temporada inmerso en el punk rock, su vuelta al ruedo metálico me ha pillado completamente por sorpresa. Quien sabe, tal vez haya querido conmemorar el vigésimo aniversario de la edición de 'Kings Of Metal', su último disco junto a Joey DeMaio, Eric Adams y Scott Columbus. Da lo mismo, Ross is back! Y lo hace, además, orgulloso, colocando en portada un águila (¿el mismo del álbum 'Battle Hymns'?) y firmando con su nombre, que aparece bien grande. El título, 'New Metal Leader', tampoco se queda atrás, dejando muy claros cuales son los preceptos de su primera grabación en solitario: metal, metal y más metal. Y del bueno, debo decir. Ojalá sus ex-compañeros tomen nota, porque el nivel de las composiciones de este trabajo raya muy alto, a kilómetros por encima de lo que nos tienen acostumbrados Manowar desde hace ya demasiados años (lo último digno que registraron lleva el nombre de 'Louder Than Hell' y data ¡¡de 1996!!). Sin lugar a dudas, si para ‘New Metal Leader’ Ross se hubiese acompañado de Adams y DiMaio estaríamos hablando del lanzamiento de Metal del año; y es que, a excepción de unos pocos cortes, pocas diferencias encontramos respecto al material típicamente Manowar. Un sonido muy similar -sin la omnipresencia del bajo, claro está-, un tono entre lo épico y lo solemne, y unos textos cargados de bloods, gods, fights & kills. Esto sí es Viking Metal y no la mierda de hoy en día.
En octubre nuestro hombre -formando parte de The Dictators- estará girando por la Península. Sería grande que Manitoba y Shernoff le diesen la oportunidad a Ross de hacer doblete cada noche, tocando como banda suporter. Lo que daría por escuchar durante media hora 'I Got The Right', 'Constantines Sword' y algún que otro himno del Hombre de Guerra... y volver a verle ataviado con taparrabos, cómo no. Seguro que la mitad de los punk-rockers asistentes alzaba los brazos en cruz ante semejante demostración metálica.
Ahora que en el mundillo rockero sólo se habla del dichoso Springsteen, se agradece que Boss salga a la palestra de nuevo; porque, no te equivoques, por lo que a mí respecta, yo sólo reconozco a un jefe en todo este tinglado. Y lleva por nombre Ross, Ross the Boss.
Sea como sea, en el presente 2008 Michael Kiske firma un disco, 'Past In Different Ways', para el que, además de incluir una pieza inédita, ha regrabado en clave acústica una decena de temas de sus tiempos con Helloween, y, qué queréis que os diga, suenan de maravilla. Algunos ('Your Turn', 'Longing', 'In The Night'), la verdad, apenas muestran cambios significativos si los comparamos con sus versiones originarias, pero en cambio otros ('We Got The Right', 'I Believe', 'Kids Of The Century', 'Going Home') han experimentado un giro tan drástico que, a veinte años de su concepción, han recuperado toda la frescura que los hiciera célebres.
Nada especial, diréis. Pues no. Coincide que uno de mis films fetiche es 'El Fantasma Del Paraíso' (1974), una peculiar adaptación de la novela 'Fausto' a cargo de Brian DePalma quien, ni corto ni perezoso, trasladó la acción a los escenarios y camerinos del mundo del Glam Rock. Pues bien, resulta que en tan magna cinta se hace mención a un sello discográfico (lógicamente ficticio), cuyo logo no es otro que el de un gorrión patas arriba. 


Hard Rock Park, al igual que Disneylandia, Port Aventura o el Parque Warner, se divide en varios entornos; en este caso cinco: Rock'n'Roll Heaven, British Invasion, Lost in the 70's, Born in the USA y Cool Country, los cuales suman un total de 50 atracciones.
Del proyecto tan sólo ha trascendido el título, su chulesco eslógan (con homenaje a 'Robocop' incluido) y su no menos impactante cartel. Nada se sabe de los equipos técnicos y artísticos que se vincularán a su realización, ni mucho menos su argumento; aunque, echando un ojo a la carátula, no hay que ser un genio para deducir que la cosa irá de un dinosaurio (¿atómico?) y un multirracial grupo de humanos empeñados en pararle los pies al bicho. Bueno, patas, mejor dicho.