viernes, 18 de julio de 2008

Camisetas Viejas

Life After Death

"Es de piel de serpiente, y para mí es un símbolo de mi individualidad y de mi fe en la libertad personal" (Saylor Ripley en 'Corazón Salvaje')

Servidor jamás tuvo una chupa tan molona como la que lucía Nick Cage en el film de David Lynch (ni como Brando en 'Piel de serpiente', qué diablos), pero, a falta de una prenda similar, también acabé atribuyendo propiedades identificatorias a otra pieza de nuestra indumentaria habitual: la camiseta estampada.

Corría el año 1985 y mi primera t-shirt (rockera, se entiende) llevaba grabada la portada del single 'The Trooper' de Iron Maiden. No recuerdo cuántas veces la vestí, ni qué fue de ella exactamente; supongo que acabaría sufriendo el destino de todo viejo harapo: ser despedazado en aras de la limpieza doméstica. Y es que, mal que les pese a algunos románticos encallecidos, el ciclo de la vida de una camiseta termina así, con un manojo de trapos.

Es duro, lo sé, pero siempre llega el momento de dar el adiós definitivo. ¡Ya no puedes seguir guardando ese guiñapo en el armario! Imagina que un día la poli lleva a cabo un registro en tu domicilio. Madre mía, qué vergüenza, ni en los mercadillos ambulantes hay tanta purria. Y sí, soy consciente de los vínculos afectivos que te unen a esos pedazos de tela, que deshacerse de ellos resulta traumático, que su valor sentimental no se compra con dinero, que te devuelven recuerdos de juventud, pero piensa que, después de todo, tus camisetas seguirán -de alguna forma- estando ahí contigo mientras limpias de polvo, ácaros y pelusas el mobiliario de tu casa.
Para que sirva de ejemplo, ayer mismo procedí a realizarle la autopsia a un pingajo que estaba pidiendo la jubilación a gritos. Era, como veis más abajo, un modelo de Pantera, promocional para más señas, que no-sé-cómo me consiguió mi hermano al poco de salir a la luz su disco 'The Great Southern Trendkill'. Pues bien, ni corto ni perezoso me dispuse a documentar gráficamente su tránsito a la otra vida. ¿De qué manera? Pues en el modo censor-franquista: a tijeretazo limpio.

Con pulso firme, sin remordimientos, sin echar la vista atrás, como el asesino de un giallo, procedí a clavar las afiladas hojas en el paño. ¡Ris, ras! Listo. Creedme que lo más difícil fue sostener la cámara con una mano mientras con la otra asía las tijeras. ¡Adiós, señor pingo! ¡Hola, señor trapo!
Si, a pesar de lo visto, tú no te ves con el valor de realizar actos tan crueles y viles como éste, no te amedrentes. Afortunadamente , ahora está de moda el rollo vintage, así que llevar una camiseta descolorida y apolillada puede hacer de ti un individuo de lo más in. No era así una década atrás, os lo aseguro; por entonces los vecinos de tu rellano te hubiesen acribillado con la mirada, como a un vagabundo andrajoso. Son las ventajas de vivir en un mundo trash.